De príncipe a asceta religioso: Siddhartha Gautama renunció a su riqueza y poder para alcanzar la iluminación y descubrir la causa del sufrimiento, convirtiéndose así en Buda
Siddhartha Gautama, más conocido como Buda, fue un príncipe que nació en lo que en la actualidad es el sur de Nepal, alrededor del año 566 a.C. Un pequeño país gobernado por el clan shakya. Según los textos budistas, el padre de Buda consultó a una famosa adivina acerca del futuro de su hijo. Ella profetizó que Siddhartha Gautama sería una de estas dos cosas: un poderoso rey o un gran sabio y líder espiritual.
Para que su hijo no se convirtiera en un líder espiritual, el padre de Siddhartha decidió protegerlo y evitar que fuera testigo del sufrimiento del mundo. Así que Siddhartha vivió rodeado de belleza, lujo y riqueza en sus palacios, ajeno a la vejez, la enfermedad y la muerte.
Los años transcurrieron y Siddhartha se convirtió en un joven fuerte y hermoso. Un príncipe de casta guerrera que se entrenó en el arte de la guerra, ganando la mano de una princesa de un reino vecino. Ambos contrajeron matrimonio y continuaron su vida de riqueza en sus lujosos castillos.
Sin embargo, con el paso de los años, Siddhartha empezó a sentir curiosidad. Deseaba saber cómo era el mundo tras los muros de sus castillos. Así que pidió permiso para visitar sus tierras y conocer a su pueblo. El rey lo preparó todo con sumo cuidado para que Siddhartha no viera el sufrimiento humano. Pero a pesar de sus esfuerzos, el príncipe fue testigo de lo que los budistas llaman las cuatro señales:
Un anciano
Un enfermo
Un hombre muerto
Un asceta religioso
Durante su paseo por la capital, Siddhartha se fijó en una pareja de ancianos que accidentalmente había ido a parar allí. Mientras seguía a los ancianos descubrió a un grupo de personas gravemente enfermas. Después llegó a un río donde se celebraba una ceremonia fúnebre y, por primera vez en su vida, fue testigo de la muerte. Finalmente, Siddhartha vio a un asceta religioso, es decir, una persona que renuncia a los bienes materiales y se dedica a su espiritualidad.
Siddhartha había descubierto el sufrimiento y quería aprender a superarlo
Siddhartha se dio cuenta de que, con el paso de los años, él también iba a envejecer, enfermar y morir. Consciente de que no podía continuar con una vida de lujo, ajeno a todo el sufrimiento del mundo, se despidió de su esposa y de su hijo, huyó de su palacio y abandonó todas sus riquezas.
Se unió a un grupo de ascetas y durante años practicó la austeridad, pero sus respuestas no llegaban. Intensificó aún más sus esfuerzos, llegando al extremo de rechazar agua y comida, y poniendo en peligro su vida. Se dio cuenta de que este camino tampoco era el correcto. Por lo que decidió encontrar un punto intermedio entre una vida de lujo y una vida de austeridad y automortificación.
Siddhartha se sentó bajo una higuera y decidió meditar hasta encontrar la causa del sufrimiento. Permaneció sentado durante muchos días: primero en un estado de concentración para liberar su mente de toda distracción y así entrar en una profunda meditación en busca de respuestas. Una noche de luna llena, tras muchos días de meditación, Siddhartha logró alcanzar la iluminación y descubrir la raíz del sufrimiento. Es decir, se convirtió en Buda. Una palabra sánscrita que significa "el que despertó".
"La raíz del sufrimiento es el apego." Buda
Para Siddhartha, la naturaleza del sufrimiento proviene del apego. Sufrimos porque ignoramos que la vida es cambio. El apego hace que nos aferremos a las cosas, ya sean bienes materiales, personas, experiencias, puestos de trabajo o incluso nuestro cuerpo físico. Es decir, cosas que son transitorias y cambiantes, sobre las que no tenemos poder ni control.
Nos engañamos cuando pensamos que nuestra felicidad y nuestro bienestar radican en el exterior y en todas las cosas que nos rodean. Esta dependencia emocional nos lleva a experimentar dolor, ansiedad, ira o frustración cuando las cosas a las que estamos apegados amenazan con cambiar o desaparecer para siempre. El budismo nos invita a cultivar la capacidad de dejar ir, aceptando los cambios inevitables de la vida. De esta forma, nos liberamos de la tiranía del apego.
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