Este cuento nos enseña que nosotros mismos atraemos lo que deseamos. Llevamos el infierno y el paraíso en nuestro interior
Se dice que en el paraíso hindú crecen árboles llamados Kalpatarus que conceden deseos.
Había una vez un viajero perdido que llegó a este paraíso y se sentó bajo uno de estos árboles. Estaba tan cansado que enseguida se quedó dormido, sin sospechar dónde se encontraba en realidad.
Cuando despertó, se dio cuenta de que estaba hambriento y dijo: - “¡Tengo tanta hambre! Ojalá tuviera algo de comida”. Inmediatamente el árbol concedió su deseo y ante él aparecieron suculentos manjares. El viajero tenía tanta hambre que no se paró a pensar cómo surgieron aquellos alimentos.
Cuando sació su voraz apetito, comenzó a pensar en la sed que tenía. Y volvió a decir: -“Tengo mucha sed. Desearía tener algo para beber”. Una vez más, el árbol concedió su deseo y aparecieron de la nada deliciosos vinos. Mientras degustaba estos vinos, el viajero empezó a preguntarse de dónde surgía esa comida y bebida.
Entonces pensó que podían ser fantasmas. -“¿Estaré todavía soñando o serán fantasmas gastándome una broma?” El árbol de los deseos convirtió de nuevo en realidad los pensamientos del viajero y ante él aparecieron temibles fantasmas. Asustado, el viajero pensó que estos fantasmas querían matarlo. Y se dijo convencido: - “¡Seguro que me matan!" Sus palabras fueron órdenes para el árbol que de nuevo cumplió sus deseos.
Nuestra mente es como el árbol de los deseos: de alguna manera, atraemos aquello que deseamos. El deseo es la semilla y las palabras nuestra voluntad, que materializan nuestros deseos
La moraleja del cuento
Esta fábula nos habla del poder de las palabras y de que, de alguna manera y sin darnos cuenta, atraemos aquello que deseamos. El deseo es una semilla que plantamos en nuestro interior, con ayuda de las palabras damos forma a nuestra voluntad y materializamos nuestros deseos.
Los fantasmas del cuento nos recuerdan también que todos llevamos el infierno y el paraíso dentro de nosotros. A menudo, nosotros mismos somos nuestro peor enemigo.
En otras palabras, hay que tener cuidado con lo que deseamos...
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